Un flash púrpura desvaneciéndose..., Carlos Almonte



Sobre Diario de la peste, de Manuel Illanes
 
 
Hemos acabado por enterrar el festín de los solsticios. (...)
De ahora en más solo dispositivos, trampas mentales.
Manuel Illanes
 
 
Pocas veces se tiene la oportunidad de encontrar un texto de este tipo, no solo de interés poético-narrativo -en cuanto cuentaun relato fragmentado- y político -en cuanto pone en tensión ciertas dinámicas sociales que hemos venido observando en el último tiempo-, sino también de interés histórico-pandémico, por decirlo de algún modo. A través de figuras retóricas y de alcance, el autor nos va guiando por un traslado social (“la pupila es un azar”), de ánimo, de final y de crisis total que subsiste desde siempre(hablando en los términos vitales de un autor relativamente joven, nacido en plena dictadura -1979); la misma, o casi la misma, crisis en la que ha vivido el espacio protagonista retratado, Latinoamérica; producto de múltiples razones que, en este libro, se adjudican, grosso modo, a un solo “enemigo poderoso”. Para algún lector, tal vez este grueso ajuste se origine en encuadre y sesgo. Para otro, tal vez en la experiencia y reflexión. Si queremos restringirnos exclusivamente a la lectura, se trata de una declaración de principios. La peste es una sola, aunque en nuestra situación (actual) la peste haya tomado más de una forma.

Poietomancia, le llaman algunos (cómo olvidar las cátedras del poeta y académico Andrés Morales, en la otrora gloriosa Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, lugar en el cual también se instruyó Illanes en los albores de este siglo, y en donde vimos a la “peste” adquirir variadas manifestaciones), rigurosos de la forma, creyentes en la cadena lógica de los acontecimientos, o, como en este caso específico, de la peste. ¿Cuál es la peste? Existe un claro sentimiento anticapital, aunque, se deja ver, y ensayaremos una derivada, concluyente y decidida: la verdadera plaga es el ser humano. Sin ser expuesto de manera explícita, en la derivada superior se encuentra esta pregunta, discusión o disyuntiva. Como se sabe, no existe posición “anti” sin una posición “pro” aparejada. Aun cuando el “pro” en Diario de la peste no se expone, más que de manera implícita, deberemos acordar que el tiempo cubre todas las heridas, incluso aquellas que nos hacen enlodar, caer y revolcarnos en nuestras calles, callejones y pasajes latinoamericanos, en donde abunda el baile, la comida callejera y la cercanía física, como así también la pobreza, la violencia, la prostitución, los charlatanes políticos y las (in)consecuentes promesas –dadas las actuales condiciones, pareciera que imposibles- de un mundo mejor (“la vibración que produce un golpe inesperado”), de una existencia mejor (“el otoño y los edificios se confabulan para simular una imagen de ensueño (...) como de cartel publicitario”).

Illanes es un autor desencantado frente a un lector ídem (¿podría ser de otra manera?), en tiempos espasmódicos. El despertar, otro más, se suma al despertar del otro despertar que ya se ha dormido nuevamente. El eslogan queda fuera de este libro. También el panfleto. El autor asume un camino honesto y solitario, acaso el único posible. Mezcla de referencia histórica y política, con recaudos y descomposiciones producto de la mala siembra en la ciudad (Capital); una siembra que cosecha drogadictos, calles meadas, hediondas, encolerizadas, bajo “cientos de grafitis como un sudor ácido”. El caminar, el diletar, la vida familiar, la amistad, la fraternidad (“Lecturas de poemas al borde del océano”, “El fantasma de Arturo Belano paseándose por los pasillos y nuestros sueños”), no es esperanza per se, es matiz nostálgico, recuerdo apenas agradable, que asoma un leve rictus parecido a una sonrisa.

La revolución, para Bolaño, sucederá en algún momento. El cambio esperado no vendrá de revoluciones masivas, ya que no vendrá de ninguna parte, soterra el Diario de la peste. En su argüir posmoderno, a la vez que sesentero-beat, pareciera exponer, a regañadientes, el completo fracaso de la humanidad. Pareciera decirnos que de no haber un cambio real e ineluctable en el individuo, cada prócer irá cayendo, cada ideología irá cayendo, y con ello, cada esperanza e ilusión. El vicio se repite, de un momento a otro, de un capitalpolítico a la promesa actual de un futuro corrupto, siempre corrupto.

Revoluciones van a venir, lo anticipa Bolaño en el epígrafe; ahora, en cien años, “o –en- cinco mil”. Lo que no dice Bolaño es lo que completa –en su expresión vital y trascendente- Illanes: que podrán venir cien revoluciones, pero mientras no llegue la que apunte al individuo (no a la masa), estaremos en un eterno tira y afloja, en un eterno vivir esclavizado, entre Ciudad Capital y Ciudad Ilusión, que en el fondo son el mismo sitio: “es un pez, es un pez el poema que desciende por el arroyo del tiempo”.

“Porque la poesía no es sino el fraseo del vértigo” es que nos hallamos frente a frente con el río del delirio, de una historia extática que, en su paradójica certeza, sucede cada día, en cada rincón de nuestras esquinas y ciudades, frente a nuestras narices.
 
            Lo que llamamos mundo
            es la soledad invencible
            de los cubículos en que habitamos.
 
 
 
Diario de la peste
Manuel Illanes
G0 Ediciones
2019