Lógica e intuición, Ernesto Sábato





El hombre tiende al mundo de la abstracción, de las ideas puras, de la razón y de la lógica. La mujer se mueve mejor en el mundo de lo concreto, de las ideas impuras, de lo irracional, de lo intuitivo.

 

El instinto es ilógico, pero no falla en los problemas de la vida, que no son nunca lógicos. El hombre fracasa cómicamente queriendo aplicar la lógica a la vida. No hay individuo más grotesco en la vida cotidiana que el cientista o el filósofo: se mueve cómodamente en un espacio de n dimensiones, pero a cada paso tropieza o se olvida del paraguas en el mundo de 3. Valéry observa cuán imperfectamente se movía Henri Poincaré en uno de los tantos universos posibles.

 

El Hombre tiene fe solo en lo racional y abstracto, y por eso se refugia en los grandes sistemas científicos o filosóficos; de manera que cuando ese Sistema se viene abajo —como tarde o temprano sucede— se siente perdido, escéptico y suicida. La mujer confía en lo irracional, en lo mágico, y por eso difícilmente pierde la fe, porque nunca el mundo puede revelársele más absurdo de lo que a primera vista intuye. El credo quia absurdum es femenino, como toda filosofía existencialista (aunque sea hecha por hombres; por hombres, claro está, fuertemente propensos a la feminidad). Racionalizar al Universo y a Dios es empresa, en cambio, típicamente masculina, locura propia de hombres.

 

No creo en el existencialismo de Sartre por esta razón. Su clave más profunda hay que buscarla en su primera novela, en su náusea ante lo contingente y gelatinoso, en su propensión viril por lo nítido, matemático, limpio y racional. Su obra filosófica es el desarrollo conceptual de esta obsesión subconsciente. Y ese desarrollo tiene que llevar fatalmente hacia una filosofía racionalista y platónica.

 

 

 

en Heterodoxia, 1952